Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio,
el suelo sin milagro y Oficinas vacías,
como el último desierto.
Y si observan la pampa y la imaginan
en tiempos de la Industria del Salitre
verán a la mujer y al fogón mustio,
al obrero sin cara, al niño triste.
También verán la choza mortecina,
la vela que alumbraba su carencia,
algunas calaminas por paredes
y por lecho, los sacos y la tierra.
También verán castigos humillantes,
un cepo en que fijaban al obrero
por días y por días contra el sol;
no importa si al final se iba muriendo.
La culpa del obrero, muchas veces,
era el dolor altivo que mostraba.
Rebelión impotente, ¡una insolencia!
La ley del patrón rico es ley sagrada.
También verán el pago que les daban.
Dinero no veían, sólo fichas;
una por cada día trabajado,
y aquélla era cambiada por comida.
¡Cuidado con comprar en otras partes!
De ninguna manera se podía
aunque las cosas fuesen más baratas.
Lo había prohibido la Oficina.
El poder comprador de aquella ficha
había ido bajando con el tiempo
pero el mismo jornal seguían pagando.
Ni por nada del mundo un aumento.
Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio.
Y si observan la pampa cómo fuera
sentirán, destrozados, los lamentos.