La página de sucesos
del Mercurio y La Estafeta,
entre dietas para obesos,
chismes y falsos profetas,
confirmaba que sin besos
se marchitan las violetas.
Maldigo del alto cielo
que nos expropió su canto,
sus décimas, su pañuelo,
su quinchamalí, su llanto,
viola de chicha y pomelo,
cacerolas del espanto.
Habrase visto insolencia,
cinismo y alevosía,
contaminan la decencia,
secuestran la fantasía,
cuando clama la inocencia
llaman a la policía.
Lo dijo Violeta Parra,
hermana de Nicanor,
por suerte tengo guitarra
y sin presumir de voz,
si me invitan a una farra
cuenten con mi corazón.
Volaron desde Chicago
unos gringos con corbata
y en una suite de Santiago,
sin pisar Chuquicamata,
decidieron que en mi pago
sobraban las serenatas.
Más sola que una maleta
olvidada en la Gran Vía,
desde que se fue Violeta
enlutando la poesía,
se ensañan con los poetas
las faltas de ortografía.
La cuequita de mi Chile,
los listos de Guasingtón,
la mancillan con fusiles
que acribillan la razón,
malaya sean los desfiles
y el Cristo que los fundó.
Los pobres no somos ricos
ni el cobre es más que la greda,
la libertad cierra el pico
desde que hay toque de queda,
pregúntale a los milicos
qué hicieron en La Moneda