Límpiame, mujer, sudor y sangre sólo traigo; ni siquiera soy aquél que viste partir. Mira bien, mujer, el llanto amargo que derramo: es lo único bueno que encontré para ti.
Tanto si vencí como si vuelvo derrotado, se asoma la muerte por toda mi piel; y si han de venir para arrancarme de tu lado, átate a mi cuerpo de manos y pies.
Amada, sólo el agua clara refleja la luna que ayer adorabas.
Amada, ya no tengo duda: no es la misma luna que llevo en la espada.
Amada, ya no seré nada si tú no me llevas lejos de las armas.