La encontró en el bulín y en otros brazos... Sin embargo, canchero y sin cabrearse, Le dijo al gavilán: "puede rajarse; El hombre no es culpable en estos casos."
Al enrostrarse solo con la mina, Pidió las alpargatas y ya listo, Murmuro cual si nada hubiera visto: "Cebame un par de mates, catalina."
La mina, jaboneada, le hizo caso Y el varón, saboreándose un buen faso, Siguió chamuyandole pavadas...
Y luego, besuqueándole la frente, Con gran tranquilida y amablemente, Le fajó treinta y cuatro puñaladas.